La madurez emocional es una de las cualidades más importantes para llevar una vida feliz, eficaz y plena.
Es importante en todos los aspectos de la vida, incluidas las relaciones con los demás y con uno mismo.
Es importante señalar que la madurez emocional no tiene nada que ver con el desarrollo personal.
Por supuesto, las personas emocionalmente maduras pueden aspirar a ello, pero desarrollo personal y madurez emocional no son los mismos términos ni significan lo mismo. Hay personas trabajadoras, ambiciosas y con éxito, pero que carecen de esta cualidad.
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¿Qué es la madurez emocional?
La gente suele confundir el concepto de madurez emocional, porque lo entienden como la persona más inteligente, que tiene respuestas a todas las preguntas. Esto no es así en absoluto.
La característica más importante de una persona emocionalmente madura es responsabilizarse de sí misma.
Esto significa que tienen la capacidad de controlar sus reacciones y acciones en determinadas situaciones.
En general, dan un paso atrás para ver el panorama general. De este modo, pueden evaluar qué ha provocado una situación, quién es el principal responsable y por qué, cuáles son las consecuencias y cómo afectan a todos los implicados.
Siempre debemos tener en cuenta nuestros deseos, necesidades, emociones e incluso nuestros errores, y eso es exactamente lo que hace una persona emocionalmente madura.
Al mismo tiempo, reflexionan, analizan sus sentimientos y, a menudo, encuentran más rápidamente las respuestas correctas y adecuadas a todas las situaciones inesperadas que la vida pone en nuestro camino.
Lo mejor que podemos hacer para amarnos a nosotros mismos es asumir nuestra responsabilidad.
Esto no significa que debamos hacernos siempre las víctimas. La responsabilidad tampoco significa que debamos culparnos siempre a nosotros mismos.
Tenemos que entender que somos las únicas personas que podemos cambiar algo en nuestras vidas y que nadie más puede hacerlo.
Somos los únicos responsables de cómo nos sentimos y actuamos, es decir, somos los únicos que tenemos el poder de controlarlo. No tenemos control sobre los demás, ni ellos sobre nosotros.
Estos son los 15 signos de madurez emocional, según los expertos
1. la capacidad de reconocer y admitir que se tienen prejuicios
Crecemos en un mundo lleno de estereotipos, por lo que no es de extrañar que todos tengamos a veces ciertos prejuicios sobre determinadas cosas o personas.
Todos somos a veces ilógicos, caóticos, lo cual es perfectamente normal, porque ningún ser humano es perfecto.
La sociedad es tal que nos impone constantemente determinadas actitudes y formas de pensar, a partir de las cuales nos formamos incluso inconscientemente nuestras propias opiniones.
Es importante que empecemos a ser conscientes de nuestros prejuicios. En otras palabras, debemos preguntarnos cómo influyen estos prejuicios en nuestras decisiones y acciones en la vida.
Tenemos que preguntarnos dónde podemos estar actuando de forma discriminatoria y qué podemos hacer para eliminar ese comportamiento.
2. la capacidad de reconocer y aceptar los propios sentimientos y necesidades
Esto es, de hecho, lo contrario del primer punto mencionado.
Algunas personas se pelean porque analizan demasiado y se encierran en sus sentimientos. De este modo, conceden demasiada autoridad a sus sentimientos y empiezan a controlar sus vidas.
Pero también hay quien niega completamente sus sentimientos, que es el otro extremo y tampoco es bueno.
3. la capacidad de detenerse entre la emoción y la reacción
Al despertar y practicar la atención plena, podemos alargar el tiempo que transcurre entre la sensación de una emoción concreta y nuestra reacción a ella.
Con la atención plena, adquirimos un sentido de amplitud, que es como vemos nuestras emociones.
En lugar de reaccionar inmediata e instintivamente a las emociones, deberíamos aprender a observar primero y reaccionar después.
Es cierto que sólo hay un momento entre sentir una emoción y reaccionar ante ella, pero es en ese momento cuando decides si dejas que tus emociones vuelvan a tomar el control o si te detienes un momento y buscas una solución adecuada que esté en consonancia con tus intereses.
4. tenacidad, serenidad, perseverancia y capacidad para soportar los contratiempos con decencia
No existe una vida sin problemas.
Las personas maduras son plenamente conscientes de ello y aceptan la vida y sus retos. Es esta aceptación la que les permite mantener la calma y pensar con más claridad sobre el problema y la solución de las situaciones difíciles.
Enfrentarse a un problema y resolverlo es precisamente lo que da un sentido profundo a la vida. Porque, ¿qué sería de la vida sin un solo obstáculo?
Las personas emocionalmente maduras ven las dificultades a las que se enfrentan como algo que potencialmente puede traerles el éxito, ya sea material o espiritual.
Son conscientes de que tienen que soportar la sensación de incomodidad durante algún tiempo para encontrar la solución o respuesta ideal a algo.
Aunque, a primera vista, una solución rápida parezca la mejor, las personas emocionalmente maduras saben que no es así. Son conscientes de que las mejores soluciones requieren tiempo de reflexión.
5) Capacidad para mantener la honradez y la integridad
Las personas maduras viven con un alto nivel de integridad.
La verdad es su prioridad y siempre se esfuerzan por escucharla y actuar en el marco de la verdad. Por muy perjudicial que a veces les resulte la verdad, les interesa conocerla.
Por muy humillante que sea la verdad para ellos o para los que les rodean, están dispuestos a sacarla a la luz.
Las personas emocionalmente maduras tienen una mente abierta y una visión amplia de las cosas que les rodean, por lo que siempre están dispuestas a escuchar consejos y opiniones.
6. la capacidad de no caer en lo personal al comunicarse con los demás
Si asumimos que todo lo que alguien ha dicho o hecho es un ataque personal contra nosotros, solemos tomar represalias en estos casos con los mismos medios.
Definitivamente, este tipo de comunicación no es una característica de las personas emocionalmente maduras.
La mayoría de las situaciones que consideramos personales no lo son en absoluto. Debido a nuestra inseguridad, pensamos que todos los que nos rodean tienen algo contra nosotros y nos atacan.
Reaccionamos ante esto, cuando no es peor, y a menudo atacamos a la otra persona de la misma manera en la conversación.
Si nos valoramos, confiamos en nosotros mismos y sabemos quiénes somos y qué somos, nuestra reacción ante esas situaciones estará en consonancia con el cuidado que tengamos de nosotros mismos.
Sólo nosotros tenemos control sobre nuestras vidas y acciones, por eso las personas inmaduras suelen culpar a los demás de sus problemas.
7. la capacidad de reconocer y admitir cuando nos equivocamos
Ser capaz de asumir responsabilidades y admitir cuando nos equivocamos requiere mucho valor y compasión.
No todo el mundo es capaz de hacerlo, ya que es mucho más fácil defender y negar que asumir la responsabilidad de algunos de nuestros errores.
Las personas emocionalmente maduras no quieren dedicar ni un segundo de su tiempo a culpar a los demás de sus problemas. Esto es precisamente lo que marca la diferencia entre una persona emocionalmente madura y una inmadura.
Admiten cuando han cometido errores y ven estas situaciones como algo de lo que pueden aprender y crecer como personas. Ven sus errores como pasos adelante, no como algo que les hace retroceder.
Las personas emocionalmente maduras creen que tienen el control de sus vidas y que la vida será lo que ellas hagan que sea. A medida que maduran, toman decisiones conscientes y meditadas, sabiendo que sólo ellos son responsables de cualquiera que sea el resultado.
Sea cual sea la decisión que tomen, buena o mala, saben que cargarán con las consecuencias.
Todos debemos responsabilizarnos de nuestras decisiones sobre cómo sentimos, pensamos y actuamos.
8. la capacidad de establecer límites sanos
Los límites son muy importantes en todos los ámbitos de la vida.
Para tener una relación sana con nosotros mismos y con nuestros seres queridos, es necesario poner límites, por ilógico que parezca.
Madurez significa tener claro lo que queremos y lo que no. Cuando establecemos un límite, nos hacemos más fuertes y nuestro carácter se forja y, por tanto, es mucho más resistente a cosas sin importancia que puedan habernos distraído hasta ese momento.
Una vez establecido un límite, intenta que nadie lo traspase.
Es importante que sepas que tienes que definir los límites con precisión, porque no se supone que la gente sepa lo que quieres y lo que vas a tolerar.
Tu papel es dejarlo claro.
9. la capacidad de reconocer que los propios sentimientos no son los que mandan
Determinamos la perspectiva
Puede decirse que, de hecho, la vida es sólo en parte lo que nos ocurre, mientras que en gran medida es cómo respondemos a ello.
No debemos ver la vida como algo de lo que siempre somos víctimas. Este mundo no está hecho para hacernos daño, rompernos el corazón y entristecernos. Pensar tal cosa sería sencillamente absurdo.
Debemos entender que nosotros elegimos cómo vemos las cosas que nos suceden.
La principal diferencia entre las personas emocionalmente fuertes y las emocionalmente débiles no es que a las fuertes nunca les haya pasado nada malo, sino que han optado por no desempeñar un papel pasivo.
10. la capacidad de expresar gratitud
La gratitud es algo que las personas emocionalmente maduras practican a diario.
Agradecen y aprecian a las personas que forman parte de su vida, así como todos los acontecimientos y circunstancias, porque saben que sin ellos no serían la persona que son.
Por este motivo, las personas emocionalmente maduras viven más felices y sufren menos depresión y estrés.
Muy a menudo quieren ayudar a los demás con su propia felicidad. Son muy generosos y ofrecen ayuda a los demás, aumentando así su propia riqueza.
Al ayudar a los demás y compartir su alegría, sienten aún más satisfacción y gratitud.
11. la capacidad de amar
El juicio diario nunca ha hecho bien a nadie. Las personas emocionalmente maduras siempre eligen el amor sobre el odio.
Juzgar es algo que sólo puede fomentar una mala relación con nosotros mismos y con los demás.
La sensibilidad y la comprensión son toda una virtud. De hecho, la energía que enviamos al universo es un reflejo de lo que somos.
12. la capacidad de ser positivo y optimista
Las personas emocionalmente maduras suelen tener siempre una actitud positiva.
Esta actitud les permite permanecer en paz tanto consigo mismos como con todo aquello con lo que entran en contacto.
Ven los obstáculos que encuentran como retos y como algo de lo que pueden aprender mucho, tanto sobre sí mismos como sobre los demás y la vida en general.
Ven cada problema como una parte de sí mismos, algo con lo que tienen que lidiar y salir fortalecidos de su lucha.
Cada obstáculo es una experiencia de la que se enriquecen.
13. la capacidad de dar un paso atrás y no tomarse todo como algo personal
Un gran ego puede dificultar muchas cosas.
Las personas inmaduras suelen tener una actitud exagerada y expectativas poco realistas. Por control entienden algo muy distinto de las personas emocionalmente maduras.
Es muy importante que podamos «desvincularnos» de una situación determinada para verla con más objetividad.
Si pensamos que siempre tenemos razón, que nuestra opinión es la correcta, nunca experimentaremos el verdadero éxito ni la felicidad.
Deberíamos compartir el éxito y la felicidad con las personas que queremos, pero con esta actitud y un ego enorme, es muy probable que muchas personas se alejen de nosotros.
Las personas emocionalmente maduras saben dar un paso atrás cuando es necesario y decir que se equivocaron. No ven ninguna crítica bienintencionada como un ataque, sino como algo que puede ayudarles en el camino.
Estas personas son conscientes de sus cualidades, pero no tienen ese ego que les impide ver las cosas con más claridad cuando tienen que tomar decisiones importantes.